Algo huele mal en nuestro idioma. Reflexiones sobre el lenguaje inclusivo

Todo genera grietas, negros y blancos, unos y ceros; dios, Messi, Perón, las retenciones, la ley de medios, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la identidad de género, la legalización del aborto, Pity Álvarez. Y el lenguaje no escapa, claro. A (casi) nadie le importa demasiado cuando alguien dice vamo en vez de vamos, vistes en vez de viste, o felitaciones en vez de felicitaciones; pero cuando cierto sector de la sociedad reclama la utilización de un lenguaje inclusivo que va más allá del ciudadanos y ciudadanas, es decir, de lo binario, e impulsa la incorporación de un simple morfema para que el lenguaje represente mejor —nunca cabalmente— la realidad de muchísimas personas que no se sienten ni hombres ni mujeres, emergen por todas partes los zombies lingüísticos que desempolvan sus diccionarios y citan: 


En los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: El hombre es el único animal racional; El gato es un buen animal de compañía.

Tampoco faltan trabajos académicos que desde hace años nos explican insistentemente —¿por qué tanta vehemencia?— que el sexo semántico nada tiene que ver con el sexo biológico. Buscando en la web encontré un interesante y desopilante artículo de Ignacio M. Roca, “La gramática y la biología en el género del español”, partes 1 y 2, publicado en la Revista española de Lingüística en 2006. En el mismo realiza una descripción detallada del género en castellano, el cual, desde lo instrumental, me parece muy bien. El tropezón que da el autor no aparece en la descripción, sino la fundamentación que da para explicar que, en cuanto el género, biología y semántica nada tienen que ver: 


En definitiva, las lenguas son objetos arbitrarios, dentro de los confines de la gramática universal. Pero las lenguas son lo que son, no lo que nuestra lógica a priori pueda dictar. En esto las lenguas no se diferencian de otros objetos naturales: ¿por qué vuelan los pájaros y nadan los peces? Simplemente porque lo hacen: no hay ninguna razón lógica o metafísica.

Roca confunde los términos “arbitrario” y “natural” de manera asombrosa. Primero dice que la lengua es arbitraria y, luego, ¡dice que es algo natural! Decir que la lengua es arbitraria, significa que es inmotivada, que los signos que la componen solo cobran valor en el interior del sistema mismo de la lengua, independientemente de la realidad exterior. Decir que es algo natural, es afirmar lo contrario, en otra palabras, que hay algo en la naturaleza que motiva la existencia de cada signo lingüístico, que justifica que sea de tal manera y no de otra. (Y los pájaros vuelan y los peces nadan no porque sí, sino por motivaciones de la naturaleza que han propiciado su evolución en un sentido u otro). Por otra parte, comparar objetos culturales con objetos naturales siempre conduce a erradas, y peligrosas, conclusiones. 

tridente no estacionar, de Monk fotofrafías. CC BY-NC 2.0.

En todo caso, lo que sería natural en el ser humano es la facultad del lenguaje. Pero la lengua es una institución social, como nos enseña de Saussure, un objeto cultural y, también, arbitrario. En este punto, podría argumentarse que, si es inmotivada, no importa entonces que el masculino gramatical se utilice para designar no solo a los individuos masculinos sino también a la clase en general (El hombre es la medida de todas las cosas). Y no está mal, pero estamos obviando otra faceta importante, la mutabilidad del signo lingüístico, lo que es consecuencia directa del uso de la lengua, es decir, el habla, a lo largo del tiempo. En el habla radican los cambios lingüísticos, que empiezan por ser práctica de un grupo reducido de personas y luego llegan al uso general. Planteos como los de Roca y la RAE describen un momento específico del estado de la lengua, el error es que propongan dicho estado como “natural”, el único posible, y rechacen cualquier uso nuevo por incorrecto. 

En las redes sociales leí los comentarios de algunas personas que, si bien reconocen que las lenguas mutan con el paso del tiempo, a su vez subrayan que tales mutaciones se deben producir “naturalmente”, es decir, sin que nadie los proponga explícitamente. Y de nuevo volvemos a la idea de la lengua como un elemento de la naturaleza. Lo que se busca con esta acepción es despojar a los cambios lingüísticos de cualquier intencionalidad, de cualquier connotación política. Pero, parafraseando la conocida canción, todo uso de la lengua es político. Lo señala el prestigiosísimo narrador español Arturo Pérez-Reverte, quizás sin querer, cuando intenta menospreciar la politización del lenguaje realizada por ciertos grupos feministas: 


Y ojo. Aquí no se trata de banderitas y pasiones más o menos nacionales. Aquí estamos hablando de un patrimonio lingüístico de extraordinaria importancia; un tesoro inmenso de siglos de perfección y cultura. De algo que además nos da prestigio internacional, negocio, trabajo y dinero. Hablamos de una lengua, la española, que es utilizada por cientos de millones de hispanohablantes que hasta hoy, gracias precisamente a la Real Academia Española y a sus academias hermanas, manejan la misma Ortografía, la misma Gramática y el mismo Diccionario; cosa que no ocurre con ninguna otra lengua del mundo. Constituyendo así entre todos, a una y otra orilla del Atlántico, un asombroso milagro panhispánico. Un espléndido territorio sin fronteras. Una verdadera patria común, cuya auténtica y noble bandera es El Quijote

Negocio, dinero, territorio, patria común... ¿Todos esos conceptos que son inherentes al “correcto uso” del castellano no son políticos? Lo son. Existe, de hecho, un campo interdisciplinario que estudia la política y la planificación del lenguaje. En definitiva, si el lenguaje es también habla, discurso, estamos sosteniendo que el lenguaje es una acción que tiene sus efectos en la estructura social. Los estados y las academias tienen sus políticas del lenguaje más o menos explícitas, asimismo cada movimiento político. Entonces, el cambio lingüístico puede concebirse como algo pensado, planificado, que no ocurra “naturalmente”. 

La RAE argumenta que el uso del masculino para referirse a colectivos mixtos se debe a la aplicación de la ley lingüística de economía expresiva; para qué decir todos y todas si podemos simplificar en todos. Sin embargo, no siempre la realidad se ajusta a esta ley: en el castellano rioplatense rara vez utilizamos el futuro imperfecto y, en cambio, empleamos la fórmula ir a + infinitivo; es más económico expresivamente decir “Mañana iré a tu casa” que “Mañana voy a ir a tu casa”. Otro ejemplo es el caso de las voces pez y pescado que refieren dos estados distintos del mismo animal, mientras que en otra lengua, el inglés, un solo vocablo los aglutina: fish; ¿por qué no unificar para simplificar? En ese último caso, la diferencia entre ambas palabras alude a realidades que son concebidas distintas por los hablantes y, por alguna razón cultural, creen necesario plasmar dicha diferencia en el léxico. 

El castellano fosilizado que pretende endilgarnos la RAE fue útil para representar un estado de las cosas en la sociedad. Leíamos Todos los alumnos asisten con uniforme reglamentario y, en el contexto adecuado, entendíamos perfectamente que no sólo se hablaba de los varones, sino también de las mujeres. No había una diferencia relevante allí para nosotros. Hoy la diferencia importa y se volvió común escuchar y leer frases como Todos los alumnos y todas las alumnas asisten con uniforme reglamentario. Pero esta oración, gramaticalmente, no escapa al binarismo masculino-femenino; binarismo que nuestra sociedad ya ha superado. Por eso, porque muchas personas no se sienten representados por la semántica vigente, desde diferentes sectores, mayoritariamente feministas, se comenzó a pensar, elaborar y utilizar un lenguaje que incluya las identidades de género de todas las personas. Aquí surge el morfema “e”, que significaría, en castellano, género inclusivo:  Todes les alumnes asisten con uniforme reglamentario; incluso algunos proponen a “i” en vez de “e” para evitar posibles ambigüedades con palabras como “escritores”, “pensadores”, etc. Si les interesa, pueden leer el artículo de Avelino Niño Rodríguez, “Recursos del lenguaje para la inclusión social”, escrito, además, en inclusivo. 

Por supuesto, ignoro si estas reformas que un sector de la sociedad reclama para el castellano serán adoptadas por todos los hablantes y, si sucede, cuándo. Por ahora, el uso se expande más entre adolescentes y jóvenes. Yo, que entiendo sus motivos y celebro su implementación, aún no lo pongo en práctica. Pero más allá de su éxito, el lenguaje inclusivo tiene el mérito de haber instalado un debate atípico en nuestra sociedad, revelando para la mayoría de los hablantes el matiz político del lenguaje. Simplificar la cuestión y sostener que la modificación del castellano no vuelve la sociedad más justa, implica desconocer lo simbólico, lo cultural, como la única manera que tenemos de conectarnos con los demás. 

Algo huele mal en el castellano momificado por los expertos de la RAE. Lo que se reclama es un idioma que esté a la altura de una realidad que ya cambió.

Comentarios

  1. Me encanta tu artículo, te felicito Fran.

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  2. El futuro perifrástico no sirve para debatir la economía del lenguaje, que dicho sea de paso no es la única tendencia evolutiva, porque es más complicado. Como tantos fenómenos del lenguaje, no basta con el Feminismo(ciencia suprema) para entenderlo.
    Sobre la alternancia entre los modos sintético y analítico(perifrástico) https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&url=http://lef.colmex.mx/Sociolinguistica/Cambio%2520y%2520variacion/Futuros.pdf&ved=2ahUKEwjtjrCi5rbcAhUhrlkKHS9aDxUQFjADegQIAxAB&usg=AOvVaw2gE1EjkUt90g1Aub2Mqo1T

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    1. El estudio que citás es un recorte del castellano hablado en la ciudad de México, donde según diferentes situaciones, según el artículo, se alternan el futuro morfológico y el perifrástico. En el castellano rioplatense, el morfológico, como futuro que expresa posteridad, no se utiliza, sin importar el contexto, el nivel educativo ni la clase social de los hablantes (claro, siempre hay excepciones). Así que no aplica el caso.

      Y el sarcasmo de tu comentario al calificar al feminismo demuestra desde dónde hablás, te califica por entero, e invalida tu argumentación.

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  3. Excelente artículo, Francisco. Y, si se puede, voto por usar la terminación "i" como inclusiva. Me gusta más que la "e". Porque sí, porque me gusta más como suena. A la hora de argumentar, por supuesto que la "i" sería "nueva", digamos, y no generaría confusiones con palabras que usan la terminación "e" para la forma masculina.

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