Yo, lector y divulgador de pdfs

Primero, a quienes tiraron la primera piedra públicamente —con Gabriela Cabezón Cámara como voz cantante— les pregunto: ¿de verdad nunca leyeron una fotocopia?, ¿nunca descargaron una canción o un disco de manera ilegal antes de que Spotify viniera a limpiarnos las conciencias?, ¿nunca vieron una película en alguna plataforma como Pelispedia? Quizás no, y entonces están libres de toda culpa.

Pero yo no, y me sentí atacado por sus comentarios. Explico por qué.


1. Yo, estudiante

Cuando era alumno de la secundaria tuve la suerte de que mis padres podían comprarme, en los primeros años, todos los libros. Luego, cerrando el siglo, las cosas se complicaron un poco así que recurrí mucho a la fotocopia —todavía recuerdo lo duro que fue leer así Sin rumbo.

Luego, estudié Letras, en la Universidad Nacional de Mar del Plata. ¿Saben la cantidad de libros que leí, entre literatura, crítica, teoría, lingüística, pedagogía, didáctica, etc., etc.? ¿Piensan que hubiese podido comprármelos todos? ¿Piensan que todos estaban disponibles, y en la cantidad de copias suficientes, en la biblioteca de la universidad o en las públicas de mi ciudad? Bueno, por las dudas aclaro: no. Supongo que un 95% de lo que leí fue en fotocopias.

Y hablo yo, un chico de clase media, que siempre tuvo casa, comida, ropa, plata para salir con amigos.


2. Yo, profesor

Doy clases en el nivel secundario. A adolescentes en una escuela privada, de familias clase media trabajadora, y a adultos en un C.E.N.S., donde los grupos siempre son muy heterogéneos en todos sus aspectos.

En la privada usamos manual. Todos lo compran, nuevo —si no hay alternativa— o usado. Son libros muy caros. A eso se suman tres o cuatros libros de literatura. Y estoy hablando sólo de mi materia, Prácticas del Lenguaje. Sumale las demás. Un montón de plata. A veces logramos juntar dinero entre todos y hacer compras masivas, y de ese modo el costo por ejemplar se reduce. También sucede que hay libros que no se consiguen. No les voy a mentir: se lee mucho pdf en mis clases.

Entre los adultos la cosa no es distinta. Muchos tienen trabajos muy precarios, apenas llegan a fin de mes, y están estudiando, en general, para ver si de ese modo mejoran su situación. El año pasado leímos Le viste la cara a Dios, que yo compré a un euro hace ya varios años en una edición digital. Y sí, les compartí el pdf.


3. Yo, editor

No me gusta que fotocopien o escaneen los libros de Letra Sudaca, por supuesto. Ahí está el trabajo de los editores y, sobre todo —como ustedes dicen— el de los escritores. Pero yo, editor, me acuerdo de mi yo estudiante, y de mi yo —contemporáneo— profesor. Entonces, no puedo condenar. No debo ni quiero hacerlo.

Me gustaría que todos pudieran comprar los libros que quieren o tienen que leer. O que el sistema de bibliotecas de mi país funcionara y cada vez que alguien no quisiera o no pudiera comprar un libro, lo encontrara en sus estantes. Y así, que todos los escritores y editores, de los más pequeños a los más grandes, tuvieran su retribución correspondiente.

Pero en mi país hay mucha gente que no llega a fin de mes. Y, tal vez, tiene que acceder a un libro porque lo necesita para estudiar o, simplemente, porque quiere leer y ese es su derecho.

¿Los que no pueden acceder a los libros deben contentarse con poder comer todos los días?

¿Leer es un privilegio?

Su queja está bien, pero pusieron mal el acento, únicamente tuvieron en cuenta que son escritores, y se olvidaron de todo lo demás, del contexto en el que son escritores, y que quizás habría que transformar.

Ahora sí, pueden arrojar la siguiente piedra.




Comentarios

  1. Ufff. Comparto un montón lo que decís. Compartimos la etapa de secundaria y fuimos contemporáneos en la misma casa de estudios y distintas carreras. Por poner un ejemplo los libros de bibliotecología que habia en aquel momento eran todos extranjeros y no se conseguían. Los libros de cabecera eran las herramientas de trabajo básicas: 3 libros que cada uno valía el equivalente al alquiler que pagabamos en casa y las fotocopias tampoco eran poca plata. Conseguí que una estudiante avanzada me prestara sus libros fotocopiados y mas adelante abandonó la carrera y me los regaló.

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  2. Hoy como docente y bibliotecaria rn una escuela secundaria trato de tener suficiente material de cada materia actualizado para prestar a los alumnos y de obtener el material digitalizado para los alumnos con diferentes discapacidades. Recurro para eso a TifloLibros una biblioteca que digitaliza para perdonas con discapacidad visual. Yo les cuento que no solo tengo alumkos von discapacidades visuales sino tambien motrices e intelectuales. Podo todos los libros que adoptan los profes y las seños, y me los facilitan. Si no los tienen los escanean y en unas semanas me los mandan. Y acá hay un criterio cuidado: esos libros digitalizados son primordialmente para los alumnos integrados, después para los alumnos que tienen serias dificultades económicas, y en última instancia para cubrir demandas de ejemplares que no tengo en mi biblioteca. Esos PDF no los distribuyo indiscriminadamente, observo si la accesibilidad está comprometida y recurro a ese recurso en casos justificados para garantizar el acceso a los libros en el formato que sea más accesible.

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    1. Qué buen laburo hacés, Ruth. Yo creo que el trabajo de los bibliotecarios es fundamental. Ojalá todos pudieran acceder, físicamente, a los libros que quieran. Pero la situación económica y la escasa inversión en cultura son los factores que nos hacen recaer muchas veces en los pdf. Muchas gracias por leer y comentar.

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  3. A uno como educador se le deben brindar todas las herramientas posibles para poder enseñar, si por motivos ajenos al profesor se pierden estas herramientas (si bien, no es obligación) esta en sus manos el adaptar las clases para que todos puedan aprender de la mejor manera y mas en los tiempos que corren. Uno debe ser resolutivo y no echar la culpa a un agente externo

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  4. 200% de acuerdo. A mí me encantaría que la gente compre los libros de La Idea Fija, pero si las librerías analógicas donde los dejo los ponen en estantes detrás del mostrador, donde ningún cliente casual puede acceder, y las librerías digitales hacen algo equivalente, dejando todo a merced de que alguien haga explícitamente la búsqueda del libro, ¿qué pierdo si alguien se lee un pdf o un epub de un libro de La Idea Fija?

    Aparte, como he empezado a decir desde que empezó esta polémica, yo no tengo ningún problema que me dejen dinero en PayPal o en MercadoPago, sólo tienen que pedirme el enlace y listo.
    Y creo que muches escritores tampoco tendrían problemas en recibir "donaciones" de sus lectores.

    O sea, modos de apoyar económicamente a los autores hay. El tema es si hay voluntad de hacerlo.

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    1. Gracias, Saurio, por pasarte por acá. Yo muchas veces me siento un bicho raro porque, además de analógicos, compro libros digitales (lo que incluye uno de tu autoría, hace tiempo, ya). No me fío de las copias (siempre puede haber algún error) y me gusta retribuir por el laburo de todos (escritores, diseñadores, editores, etc.). Pero sé que no es la regla, hay una tradición muy extendida en los ámbitos educativos (y más en los terciarios y universidades) de utilizar fotocopias, ahora también pdfs. Y en realidad nadie quiera quitarle el pan a los escritores, solo quieren estudiar, y si no lo hacen de ese modo, no podrían. Muchos docentes son escritores que dejan para fotocopiar textos de otros escritores. Es mucho más complejo el tema que tratar al que lo hace de delincuente.

      Además, ¿todo el que descarga un pdf lo va a leer o lo hubiese comprado? No estoy seguro que sean tan simple la cuestión. Yo tengo una biblioteca enorme de libros en ese formato que nunca leí, salvo uno de historia griega.

      Y lo que decís de las librerías es verdad.

      Un abrazo.

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